En Transilvania, un hombre reformado llamado Dracul, descubre unas ruinas de un pueblo antiguo. Lo que nadie sabía era el secreto en forma de gárgola que yacía en el tejado de una pequeña catedral.
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El joven Dracul, desde que nació era un diablo. Él solo creaba problemas, eso se debía a la falta de educación en su casa. Proveniente de una familia pobre y sin una figura materna, Dracul vivía con su padre, el cual trabajaba en una fábrica textil, en Transilvania. Eso afectaba al tiempo que podía pasarlo con su hijo, dejándolo en manos de nadie cuando estaba trabajando. La rutina de ese joven era ir al colegio y volver a casa, hasta que a las ocho de la tarde su padre volvía a casa. Lo que hacía durante esas horas libres, era completamente despreciable. Para ser un simple niño, Dracul se peleaba con otros niños para conseguir cosas o simplemente humillarles. También robaba a algunos mercaderes, sobre todo fruta fresca de algún puesto al aire libre.
Al pasar los años, con apenas catorce años, sus trastadas se convertían directamente en crímenes, continuando con los robos, pero muchos de ellos empezaban a ser violentos. No era extraño encontrar a alguien en el hospital herido y que su respuesta a qué les ocurrió era: Dracul. Ese nombre era demasiado sonado en aquel entonces, siendo un blanco para la policía. Con quince años, Dracul fue por primera vez a prisión. Estuvo durante seis meses encerrado por diferentes delitos menores que cometió a lo largo del año. Pero al salir, no pasó mucho tiempo para que el joven volviera a delinquir, aunque eso sí, con menos regularidad. La cárcel le ayudó en cierto modo, tal vez no en recapacitar, pero sí en cómo cometer sus delitos.
Su nombre no estaba en la boca de nadie, sin embargo, un misterioso criminal con máscara de Drácula empezó a alterar el orden en Transilvania. Así es, Dracul era quien estaba detrás de esos crímenes igual de agresivos que los que había estado cometiendo antes de entrar a la cárcel. A ese peligroso delincuente se le empezó a llamar ‘El Conde’, por la peculiar (e irónica) máscara que llevaba puesta en todas sus apariciones. Aunque esa suerte de villano de cómic acabó cuando una víctima de Dracul vio uno de sus largos mechones rubios. Con esa pista, la policía confirmó sus sospechas, estaba claro que el joven Dracul había sido el responsable de estas acciones, tan solo necesitaban un indicio.
Tras volver a la cárcel, ahora por un año y medio, Dracul al fin recapacitó. Gracias a ciertas personas que conoció a lo largo de su estancia en ese lugar, la cultura que obtuvo de leer en la biblioteca y simple maduración, quien fue un caso perdido y criminal peligroso, ahora iba a ser un hombre nuevo. Además, Dracul admitió haber sufrido desde su infancia maltrato por parte de su padre, el cual tampoco le dejaba ver a sus abuelos. Dejándolo con un trauma y una serie de problemas psicológicos que le empujaron a ser violento ante la sociedad.
Pero eso ya era cosa del pasado, un reformado Dracul salió de la cárcel con diez y ocho años recién cumplidos y con ganas de darle a su vida un giro de 360º. Primero fue a visitar a sus abuelos, los cuales al saber la verdad de su hijo, lo acogieron sin pensárselo dos veces. Dracul decidió acabar sus estudios para después realizar un curso de jardinería y poder empezar a trabajar. Fueron tres años los que necesitó para poder realizar todo lo que tenía planeado. Durante todo ese tiempo, Dracul no cometió ningún delito y su nombre empezó a limpiarse entre las calles de Transilvania. Incluso hizo un amigo, y en poco tiempo se hicieron íntimos. Este se llama Nikolatos e iba con él en el curso de jardinería.
Dracul nunca fue alguien muy sociable. Por culpa de su oscuro pasado, generó un miedo a que lo descubrieran y se alejaran de él por precaución. Pero con Nikolatos no pasó. Él era todo lo contrario a nuestro protagonista; responsable, buena infancia, muchos amigos… Pero son de esas amistades que surgen por el lugar y momento indicado. Tanto era el grado de amistad que decidieron compartir piso, pero antes Nikolatos tendría que acabar otro curso, ahora de carpintería. Dracul, de acuerdo con la idea, quiso empezar el plan antes. Con los ahorros que tenía, los cuales fueron proporcionados por sus abuelos, compró una pequeña casa a las afueras de la ciudad. Era un sitio ideal, ya que cerca estaba un bosque, su lugar de trabajo. Para poder subsistir, Dracul encontró un trabajo como asistente de mantenimiento de áreas verdes.
Su trabajo se basa en ayudar en la plantación, el mantenimiento y el cuidado de áreas verdes, incluidos jardines y parques dentro de un bosque. Aunque sea un trabajo al cual tiene que dedicarle tiempo, a la vez puede contemplar hermosos paisajes y fauna variada. Pero un día encontró algo aún más impresionante: una pequeña villa. Su instructor le dijo que ese pueblo fue abandonado hace cientos de años. Ese lugar fue construido por exiliados de la ciudad, personas consideradas ‘herejes’. Brujas, hechiceros y demonios que escaparon del castigo de la gente del lugar, la muerte misma. Aunque todo no era más que una leyenda y cultura de la zona. Dracul curioso, echo un vistazo. Todo eran ruinas, casi no había casas. Lo mejor conservado era una catedral gótica, aunque no muy grande, era impresionante que un conjunto de personas desertadas pudieran construir ya no solo un templo, sino todo un pueblo y que este sea funcional. La razón por la que este pueblo se abandonó fue porque alguien se infiltró en el lugar e informó a la iglesia. Entonces un ejército se acercó a la villa solo para matar a toda persona que vivía ahí y con varios cañones, bombardearla. De ahí su mal estado.
La curiosidad por visitar esta reliquia perdida, llevó a nuestro joven protagonista a avisar a su mejor amigo para hacer un día una salida y explorar esa zona juntos. A Nikolatos le pareció una buena idea y propuso llevar a un amigo que había hecho en el curso de carpintería. Dracul estaba algo indeciso, pero al final aceptó. “Socializar un poco nunca está mal, tengo que acostumbrarme”, pensó convencido. Dracul lo preparó todo para ir a explorar. Todos iban a encontrarse en la entrada del bosque y así fue. Eran las seis de la tarde, en un par de horas iba a oscurecer, el cielo estaba completamente nublado. —¡Ey Dracul! Este es el compañero del que te hablé, se llama Tobias. —saludó Nikolatos alegremente a su amigo. Tobias extendió la mano saludando a Dracul, este asintió y le dio la mano con una expresión seria, como es de costumbre.
Dracul como guía del lugar, empezó a explicar la historia del lugar mientras se acercaban a este. —Escuché que para el noventa y seis este sitio estará algo más reformado y abierto para la gente. —interrumpió Tobias. —¿Noventa y seis? ¿Cuatro años tienen que tardar para hacer reparaciones? —preguntó Nikolatos de forma sarcástica. Tobias lo justificó añadiendo información. Resulta que ese lugar es peliagudo de tratar, ya que como dice la historia, es un lugar “maldito”. A ambos amigos, les pareció una ridiculez.
Unos minutos después, llegaron a su destino. Las ruinas sorprendieron a los dos acompañantes y boquiabiertos, quisieron avanzar para descubrir los secretos de un lugar que un día fue un hogar para otros. Juntos fueron explorando varias casas. Era una experiencia fascinante para ellos, pero al mismo tiempo algo aterradora. Algunas ratas hicieron saltar a alguno de los chicos por sus apariciones repentinas y sonidos. Pero todo este tiempo estaban queriendo al titán de piedra que tanto ansiaban investigar: la catedral.
Esta sorprendentemente estaba bien conservada por dentro. A lo lejos, detrás de la mesa de ceremonias, se podía contemplar un gran mural cristiano. Curiosos se acercaron con asombro, pero Dracul se fijó en algo aún más interesante. En la mesa, había una Biblia, pero unos papeles que estaban dentro de ella, sobresalían. Mientras los otros dos amigos contemplaban e intentaban identificar qué personajes salían en el mural, el rubio empezó a ojear esos papeles en mal estado que había descubierto. Estos estaban desgastados, pero aún se podía ver algo, aunque aparentemente, no era inteligible. La lengua utilizada en ellos era presuntamente antigua y Dracul no podía leer nada.
Nikolatos y Tobias, emocionados, avisaron a Dracul para salir de la iglesia e ir al patio, donde se encontraba el cementerio. Pero el joven quería paz, muchas cosas pasaban por su cabeza. La visita no era lo que se esperaba, la personalidad de Tobias chocaba con la suya. Además, aunque para los demás la visita fuera muy interesante, Dracul no estaba disfrutando la expedición. Pero lo que le hizo negar el ir al cementerio, era un último papel que recogió de la Biblia. Se trataba de un pequeño dibujo del tejado de la catedral. La curiosidad de Dracul solo hacía que incrementarse, así que les comunicó a sus acompañantes que continuaran sin él, que tras ojear esos papeles ya vendría. Nikolatos algo decepcionado, asienta y se va con Tobias fuera.
Una vez el rubio se quedó solo, se dirigió a un gran hueco que había en la pared de la catedral, saliendo de esta. A través de unos escombros, pudo ir escalando hacia su objetivo, el tejado. Allí encontró suelo firme. Era una especie de pasarela que no llevaba a ningún sitio, aunque sí que había algo llamativo. Al fondo de ese suelo liso, encima de un poste, se encontraba una escultura peculiar y clásica en estos lugares: una gárgola. Su cara demoníaca y cuerpo definido causaban una gran impresión. Su tamaño también aportaba, era igual o incluso más grande que Dracul y sus alas curvadas, acentuaban su tamaño.
Dracul, asombrado por el hallazgo, se acercó a la tenebrosa escultura y tan rápido como él se acercó, una voz le habló. —Dracul… —el rubio sintió un pequeño paro cardíaco al escuchar esa omnisciente voz, la cual provenía de la estatua. —¿Quién ha sido? ¿Ha sido la estatua? —dijo con voz temblorosa el chico. Entonces la estatua le respondió afirmando su teoría. La gárgola podía hablar y se estaba comunicando directamente con él. Lo que más le llamó la atención y asustó, fue que sabía su nombre. La gárgola entre risas le dijo que simplemente lo escuchó, aunque fuera una escultura hecha de piedra, al igual que podía hablar, podía escuchar y estuvo presenciando auditivamente toda la exploración que estaban teniendo los tres jóvenes.
Dracul se encontraba incrédulo, aunque algo apaciguado al mismo tiempo, ya que al ser una estatua lo que le estaba hablando, tampoco podía atacarle. Nuestro protagonista adaptó de nuevo una compostura recta y una expresión álgida para no verse intimidado por la presencia de este ser desconocido. Para romper el silencio, Dracul preguntó: —¿Y qué te lleva aquí? Una gárgola viviente, en un tejado… ¿Va alguien a visitarte? —la gárgola suspiró y vociferó una risa. —Voy a serte sincero, nunca tengo contacto humano. Eres la primera persona en tanto tiempo que me encuentra. Como ves, no soy una gárgola cualquiera, podríamos decir que soy “mágica”, pero no tan solo puedo hablar y escuchar. —explicó apaciguada la gárgola. Dracul preguntó qué otras habilidades tenía y la criatura respondió que podía cumplir deseos. Al escuchar esas palabras, al joven le brillaron los ojos, pero la gárgola le paró los pies. Ella no podía cumplir deseos explícitos, eso es simple fantasía para libros infantiles. Su método era más realista, detalló: —No hay caminos establecidos en este universo, pero yo tengo la capacidad de modificar los que se están pavimentando. Es decir, puedo modificar algunas acciones del presente, para que tu deseo se cumpla en un futuro cercano. —las palabras que dijo este ente, hicieron que el terror que sentía Dracul, se convirtiera en pura curiosidad, aún más que la que estaba acumulando. Sin embargo, había algo extraño en esas palabras. ¿Por qué un ser tan poderoso le concedería la oportunidad de usar su habilidad con alguien desconocido? Ahí entraba la parte donde beneficiaba a la gárgola. —Es verdad, los deseos no son gratuitos, hay un precio a pagar. Pero tranquilo, los pactos no son tan disparatados como muchos piensan. Todo va envase a lo que se pida. Si un deseo es muy pequeño, se necesitará una pequeña ofrenda En cambio, si el deseo es complejo, mi recompensa tendrá que ser mayor. Si quieres, puedes hacer la prueba. —se explayó la gárgola.
Entonces, Dracul pensó detenidamente. ¿Qué pequeño deseo podía pedir? Tenía que ser lo suficientemente específico, ya que al cumplirse, no podía ser confundido por una simple casualidad. Tras unos segundos de concentración, el joven se decidió y le pidió al demonio: —Quiero que una paloma choque contra Tobias. —con una ligera sonrisa en el rostro, Dracul pidió su primer deseo. La gárgola se volvió a reír por las palabras de nuestro protagonista. La gárgola aceptó la petición de Dracul, aunque confuso de por qué le deseaba el mal a ese chico, cosa que aclaró el rubio afirmando que al no ser nadie cercano, tampoco le importaba hacerle alguna “capullada”. La criatura no cuestionó nada más y procedió con la negociación. En este caso, la gárgola le dijo a Dracul que le diera cualquier cosa que tuviera en ese momento, algo con un mínimo de valor. A eso, el chico casi automáticamente le ofreció su chaqueta. Era algo que le costó bastante dinero, pero si el deseo se cumplía, el precio era completamente justo, igualmente, si el deseo no se cumpliera, iría de vuelta a por la chaqueta. La gárgola pidió que la dejara delante de él y así lo hizo. Al ofrecerle la chaqueta, una ráfaga de viento chocó contra el cuerpo de Dracul, el cual se encogió por el frío. La gárgola le dijo que ya podía irse, su deseo se iba a cumplir dentro de poco.
El rubio volvió con sus acompañantes, diciendo que al final no encontró nada interesante en esos papeles que estaba inspeccionando. Ellos por su parte, habían investigado el cementerio, pero tampoco había nada interesante, al fin y al cabo es un pequeño pueblo ruinoso. Tobias extrañado, le preguntó a Dracul por su chaqueta, a lo que el rubio contestó que se la quitó en un momento y una ráfaga de viento se la llevó. Ellos no se acababan de creer la historia por su rareza, pero tampoco quisieron indagar en ello. Entonces Nikolatos propuso volver a casa, cosa que los otros dos hombres aceptaron. Saliendo del bosque, estuvieron andando unos minutos hasta llegar a una calle donde los tres iban a separarse, pero antes de llegar, pasó algo sorprendente. Las nubes en el cielo empezaron a oscurecerse, estaba claro que iba a llover en cuestión de tiempo y en ese momento, una bandada de pájaros, específicamente palomas. Dracul no estaba muy atento, pero notó que por detrás algo se aproximaba. Al girarse, vio tres palomas, las cuales estaban desviadas, apartándose a tiempo. En cambio, Tobias no pudo reaccionar a tiempo, chocando una contra su cabeza. Fue un momento de confusión y algo sin importancia para Nikolatos y Tobias, pero para Dracul, era una confirmación. No podía contener la sonrisa de oreja a oreja que le produjo esa situación.
Durante los siguientes días, nuestro joven Dracul no pudo parar de pensar en lo ocurrido en ese tejado. Estaba claro que iba a volver, el descubrimiento que hizo iba a ayudarle con todos sus planes. Hace tiempo nuestro protagonista quería pagar unos estudios de bombero para acceder a un trabajo mejor y el trabajo que deseó muchas veces. Esa era la ocasión perfecta, el único problema era pagar la matrícula. Pero no tan solo quería volver para pedirle algo a la gárgola, sino que también quería compartir su as en la manga a Nikolatos, tenía la suficiente confianza para compartir este secreto con él. Además, como amigo de sus amigos, quería que le fuera bien en la vida, así que esa misma tarde llevaría a su mejor amigo a la gárgola de los deseos.
A Dracul le costó convencerlo, pero finalmente Nikolatos accedió a venir. Le dijo que ahí había algo muy especial, algo que ni él se lo iba a creer. Todas esas afirmaciones desconcertaban a su amigo, pero pronto lo iba a entender. Esta vez fueron con el coche de Nikolatos hasta la entrada del bosque. Ese día Dracul, aparte de llevar una chaqueta nueva, también traía consigo una bolsa con un contenido desconocido para Nikolatos. De camino a la catedral, el rubio le empezó a explicar meticulosamente lo que vivió hace días en ese mismo lugar. Le contó que hay una gárgola, una inusual. Esta tenía la capacidad de hacer varias cosas, ahí le reveló que podía hablar. Nikolatos miró impactado a su amigo. Antes de que pudiera decirle nada, Dracul le dijo que subiera por los escombros que daban al tejado, allí vería de lo que hablaba. Y fue al llegar, cuando el joven saludó a la gárgola. Esta respondió agradablemente y se sorprendió por la visita de un tercero. Nikolatos no podía creérselo, estaba anonadado. Allí Dracul reveló por qué tardó tanto. —Tranquilo, esta gárgola no es un monstruo ni nada parecido, tan solo tiene vida y puede hacer alguna que otra cosa más… —dijo Dracul intentando tranquilizar a su acompañante. El asustado chico solo buscaba respuestas a la existencia de algo como eso, pero Dracul no tenía la respuesta y la gárgola se abstuvo de hablar sobre ese tema.
Para ese entonces, Nikolatos ya estaba más relajado y Dracul vio la oportunidad de explicarle la verdadera razón por la que es tan relevante esta criatura. Con cuidado, intentó explicar el poder que tenía la estatua. A estas alturas, Nikolatos ya no se alteraba por cada cosa nueva que le revelaba nuestro protagonista. También explicó la razón por la que desapareció su chaqueta, pero cuando su amigo le preguntó cuál fue el deseo que pidió, este quiso ocultarlo, pero la gárgola preguntó si se refería a “lo de la paloma”, delatándolo por completo. Nikolatos no se esperaba esa respuesta, sorprendiéndose y ofendiéndose al mismo tiempo. —¿Por qué Tobias? ¿Qué te hizo a ti? —preguntó con mala cara. Pero Dracul se excusó, escudándose en que era “una prueba para demostrar su veracidad”. Para Nikolatos no era suficiente razón, pero lo dejó estar.
Dracul cambió completamente el tema para explicar lo que quería hacer aquí, aparte de presentarle a la gárgola su amigo. Quería hacer otra prueba con un deseo. Esta vez quería pedir un aumento de ingresos en su trabajo, para ello traía algo para intercambiar. De la bolsa, sacó varios productos alimenticios; carne, pescado, algunas verduras y algún que otro embutido. —Traje alimento. ¿Qué cosa es más importante que la comida? Es la razón principal por la que trabajo, así que vi adecuado ofrecer esto. —tras esas palabras, el hombre dejó todo lo que trajo delante de la gárgola. Esta, alegre, le aceptó el trato. Nikolatos curioso, también quiso pedir algo, pero no podía hacer ningún trato, ya que no tenía nada que ofrecer en ese momento. Dracul le interrumpió para sacar algo más de su bolsa: eran prendas de ropa. Resulta que él ya había pensado en esa posibilidad, trayendo más cosas con las que poder intercambiar por deseos. Nikolatos sonrió y agradeció a su amigo. Pasó poco tiempo para que el joven ya tuviera algo que pedir. —Quiero que me vaya medianamente bien en el examen de la semana que viene… No, el que tendré de aquí un mes. —pidió, rectificándose. Dracul preguntó por qué pidió el del siguiente mes y no el de la semana que viene, a lo que Nikolatos respondió con algo bastante inteligente: —Dudo que él pueda modificar mis conocimientos, así que la única forma que veo que me pueda ayudar con el examen, será cambiando el contenido de este. Si pido que sea el de la semana que viene, el coste de ese cambio será mayor al ya estar hecho el examen. En cambio, el del mes que viene, estoy seguro de que ni el profesor sabe las preguntas que pondrá, haciendo más fácil la modificación del “destino”, es decir, con unas simples ropas viejas se puede cumplir mi deseo. —Dracul se quedó impactado por el razonamiento de su mejor amigo. —Me gusta este chico. Él sí entiende cómo funciona esto. —dijo entre risas la gárgola.
Tras aceptar la oferta y dejar la ropa junto a los alimentos, los dos amigos fueron al coche para volver a sus casas. No fue hasta el día siguiente que el deseo de Dracul se cumpliría. Al ir al trabajo como de costumbre, el superior de Dracul le informaría de una terrible desgracia. Otro supervisor del bosque, sufrió un grave accidente por la noche. El hombre se dirigió tarde hacia la casa del guardabosque, ya que se dejó unas llaves sobre la mesa. Al recogerlas y salir, se topó con un oso, el cual le atacó, pero por suerte pudo huir del lugar con el coche. Por el ataque, tuvo que ir inmediatamente al hospital, pero algo era claro: ese hombre no podía volver a andar más. La herida que le hizo el oso fue un zarpazo en su pierna derecha. A consecuencia de eso, no podría trabajar más en el lugar, dejando una plaza libre. El superior de Dracul le ofreció estar de prueba como supervisor, al ser un empleado que aprendió y realizó su trabajo de forma excelente en el poco tiempo que llevaba trabajando.
Nuestro naíf protagonista obtuvo lo que quería, pero no de la forma que se esperaba. Aunque contento por su ascenso, estaba preocupado y se sentía muy culpable por lo obvio. Las virtudes que conllevan los deseos, se balancean con sucesos horribles. Al anochecer, Dracul se dirigió al tejado para hablar con la gárgola. Al llegar, trajo de nuevo una bolsa. La estatua le saludó, pero el joven tenía una expresión seria y de pocos amigos. —¿Qué te pasa, chico? —la pregunta no obtuvo respuesta por parte del rubio. Este sacó de la bolsa lo que sería una barra de pan, embutidos y varias bolsas de patatas fritas. Dejó los alimentos delante de la gárgola y se sentó cerca cruzando las piernas. —Tus deseos se cumplen, pero acabas de joder a alguien más. —soltó Dracul mirando fijamente a la estatua. La gárgola se quedó varios segundos en silencio y suspiró. Lo siguiente que hizo fue explicarle al joven una verdad oculta en su poder. —Para poder darte “buena suerte”, tengo que quitársela a otros. Así es como funciona el mundo. Para que haya ganadores, tiene que haber perdedores. —Dracul se levantó del suelo con la cabeza hacia abajo, para después mirar de nuevo fijamente a la gárgola y exigirle que se recupere al hombre que casi mató indirectamente. Pero la gárgola, al ver lo que Dracul le ofrecía, se negó rotundamente. No era suficiente para salvar una vida. Entonces, el hombre le preguntó directamente qué quería. La gárgola dejó otro silencio y acabó respondiendo lo siguiente: —Cinco. Quiero cinco ratas. —desconcertado por lo que le dijo la escultura, le preguntó a qué se refería. La criatura redundó en lo mismo, quería cinco ratas del lugar. Al estar plagado de ellas, sería fácil para el chico cazarlas y dárselas. Dracul estaba confuso, ¿por qué quería ratas muertas? Ya le había dejado comida delante de él, pero la gárgola se lo recalcó. —La carne, la sangre. Eso es lo que me da la vida. Mira en tu bolsa... —el rubio se puso de cuclillas para proceder a abrir la bolsa y encontrarse con algo desconcertante. De dentro sacó un cuchillo de cazador. La gárgola incitó a que usara ese cuchillo para matar a las ratas y que aprovechara la comida que le quería ofrecer para poder cenar. —Una vida por una vida… —dijo Dracul observando de cerca el cuchillo.
Mientras nuestro protagonista estaba intentando cazar roedores, cuando la Luna empezó a iluminar el lugar, una serie de personas estaban por verse con la gárgola. Al llegar al tejado, resultaron ser Nikolatos, Tobias y una chica desconocida. El conocedor del poder de la estatua empezó a explicarles a sus acompañantes lo increíble que era dicha escultura y sus poderes mágicos. Les pidió que no tuvieran miedo, para proceder a hablarle al demonio de piedra. Una genuina charla se formó alrededor de esas dos figuras que se oponían una a la otra. Por un lado, estaba Nikolatos que intentaba mantener una conversación para romper el hielo, preguntándole cómo estaba y si podía explicar un poco de él a sus amigos, mientras que por parte de la gárgola, solo hacía que cuestionar el porqué trajo a más personas aquí. Al final todo se convirtió en una especie de riña contra Nikolatos, hasta que le mostró sus donaciones. —Tenemos carne, mucha de hecho. Hasta un pollo entero. —la gárgola calló por un instante, contemplando la oferta del joven. —Por la reacción que tuviste ayer por la comida, pensé que estaría bien seguir esa línea. Pero quise apostar más alto solo trayéndote carne. No sé si habré pecado por juzgar a partir de tu apariencia demoníaca. —aunque esas palabras pudieran ser algo hirientes para cualquiera, para el genio del tejado, era un gran acierto y por ende, nada ofensivo. Los tres jóvenes dejaron varias carnes delante de la gárgola para empezar a pedir sus deseos.
Por otro lado, Dracul se encontraba en una esquina dentro de una derrumbada casa, esperando la salida de uno de los roedores que tenía que cazar. Mientras come un bocadillo, mira dentro de su bolsa. “Cuatro, solo me falta una más”, pensó Dracul, observando a las muertas y ensangrentadas ratas. El desagrado en el rostro de Dracul era notable por obvias razones, las ratas que cazó empezaron a apestar y el joven, aunque de familia pobre, en ese aspecto era más delicado. Pero no tardaría mucho en ver a la última rata a matar, la cual salió corriendo por el medio de la habitación. Esta estaba escondida entre los escombros, posiblemente buscaba comida y el olor de comida que desprendía Dracul, la atrajo, pero al mismo tiempo alertaba, porque ese olor a comida se entrelazaba con el de cadáver. —¡Ya te tengo! —exclamó el rubio como un grito de guerra, ensartando su cuchillo en la rata. El joven levantó el cuchillo, viendo como la sangre derramaba del filo de la rata que quedó como un pincho moruno. Insensibilizado por haber hecho este trabajo hasta cuatro veces, dejó a la rata dentro de la bolsa y se dispuso a reencontrarse con el demonio.
Cuando nuestro cansado protagonista se dirigía tranquilo hacia el tejado de la catedral, pudo identificar una serie de variadas voces en ese lugar. Extrañado por la presencia de más personas, subió lentamente por los escombros hasta poder identificar a su mejor amigo, con Tobias y una chica desconocida. Nikolatos captó la presencia de Dracul, y este, ágil, escondió su mano izquierda con la que sostenía su cuchillo. —¿Qué hacéis aquí? ¿Y esa quién es? —sin saludar, el cazador de ratas comienza un interrogatorio al trío de curiosos. El líder del grupo reveló que la mujer se trataba de la pareja de Tobias y visitaron a la gárgola por lo obvio: era un descubrimiento fascinante. Pero Dracul no estaba de acuerdo con ello, él explicó que es peligroso que más personas sepan de su existencia, al fin y al cabo, es un poder demasiado grande. Además, el joven contó los inconvenientes que tenía pedir un deseo, pero Nikolatos, seguro de sí mismo, dijo que ya era consciente de ello. Para él, era lógico pensar que si los deseos de uno se cumplían, otra persona lo tendría que pagar. —Sí claro… ¡Tú siempre lo sabes todo! —exclamó Dracul señalando a su amigo, pero al mismo tiempo, reveló el cuchillo que tenía. —Dracul… ¿Qué haces con eso? —preguntó Tobias algo asustado. El chico evitó responder diciendo que “no era nada”, tirando el cuchillo al suelo, sin darle importancia. Pero la gárgola, sin miramientos, reveló la sospechosa actividad que realizó Dracul durante este rato. Los otros tres jóvenes le miraron mal, con desagrado. —Así que ya sabes su gusto por la carne. —dijo Nikolatos. En ese momento, Dracul miró el suelo y vio las carnes que estaban entregándole a la estatua. La pareja de Tobias, algo preocupada, le pidió a su novio irse del lugar. Nikolatos también propuso irse. Dracul se apartó y entre miradas tajantes, los tres indeseados invitados se fueron del tejado.
Nuestro protagonista, agotado, se sentó. —¿Vas a dejar esto así? ¿No ves el problema que esto puede suponer? —tras oír las palabras del demonio, Dracul se limitó a mirar fijamente al suelo, mientras que con sus dos brazos, rodeaba sus rodillas. Era una situación dolorosa y preocupante a partes iguales. La gárgola solo incitaba a Dracul a tomar acción, a hacer algo para parar algo peor. Este en el fondo estaba de acuerdo, pero no tenía ganas para responderle, hasta que su compañero estático le planteó lo siguiente: —¿Seguirás sucumbiendo a los demás? ¿Quieres repetir lo que viviste con tu padre? —por alguna razón inexplicable, la gárgola sabía sobre el pasado de Dracul. Él tampoco se paró a pensar de por qué tenía claro conocimiento de ello, ya que la rabia le estaba consumiendo. Dracul se levantó y agarró su cuchillo ensangrentado para volverlo a contemplar. —Una vida… por otra vida, ¿verdad? —dijo el joven cegado por completo. —Así es. La carne, la sangre. Eso es suficiente para cumplir casi cualquier deseo. —el chico deja de mirar el cuchillo para agarrar la bolsa y volcar las ratas encima del resto de carne que se había colocado delante de la estatua. Con este acto, Dracul pidió saber la ubicación de la pareja. La gárgola aceptó el trato y el rubio abandonó el lugar con cuchillo en mano.
Una vez en casa, agarró una pequeña mochila donde puso el cuchillo, varias bolsas grandes de basura y cuerda. Aparte, metió una camiseta y pantalón en otro bolsillo. Decidido, Dracul se dirigió a la calle donde al separarse, Tobias iba hacia su casa. Allí, vio a una señora arreglada y maquillada como una muñeca. Esta estaba hablando por teléfono y Dracul pudo oír lo que decía. —Ay Tobias, yo no sabía que habías salido… Vale, vale. Ya vendré otro día. Y saca la basura, que tienes los contenedores delante, no te cuesta nada. —la mujer siguió hablando, pero para nuestro protagonista, era suficiente. Él ya sabía por donde se encontraba su casa gracias al detalle de los contenedores de basura. Cerca de la ubicación, observando desde lejos, los vio. Habían aparcado cerca de los contenedores y estaban viniendo con varias bolsas de comida rápida. Dracul, de forma inteligente, esperó a que entraran para saber su portal. Y después, volvió a esperar, observando ahora las ventanas del edificio. En un momento dado, vio como la luz de un apartamento en la segunda planta se encendió. Era el momento de atacar.
Entrando al portal y subiendo por el ascensor, Dracul se encontró rápidamente delante de la puerta. Esperó unos segundos mentalizándose de lo que iba a hacer, mientras de dentro se escuchaba música y las voces de la pareja. Del bolsillo de su pantalón, Dracul sacó una ganzúa y empezó a forcejear la cerradura. Por su pasado criminal, no fue complicado abrir la puerta. Una vez completada esa tarea, procedió a agarrar el cuchillo y entró al domicilio.
La situación se volvió pintoresca en instantes. Nuestro cazador de ratas entró al salón, quedándose estático y sin decir ni una palabra. Antes de que alguien notara su presencia, Tobias se encontraba sentado en el sofá, sacando la comida de las bolsas, mientras que en la cocina, se escuchaban sonidos de copas. —Voy a traer vinooo. —dijo alegre la pareja de Tobias. El hombre unos segundos después, vio a Dracul, borrándose la sonrisa de su cara y pronunciando su nombre con miedo. Por otro lado, su pareja salió de la cocina, viendo de frente al hombre de aspecto nómada con el cuchillo en la mano. Esta soltó un grito, dejando caer las dos copas que llevaba en una mano y la botella de vino que llevaba en la otra. Las dos copas se rompieron por la caída, en cambio, el vino no, recogiéndolo velozmente de forma torpe, dejándolo en el mármol de la cocina.
Tras un silencio incómodo, Dracul dijo: —¿En serio? ¿Vino para una hamburguesa? —Tobias quiso responder a la observación del intruso, pero antes de que pudiera pronunciar alguna palabra, Dracul se balanceó sobre él. Mientras de fondo sonaba There’s More To Life Than This de la artista Björk, el rubio empezó a apuñalar al estudiante de carpintería. Su pareja, de forma cobarde, lo único que hizo fue gritar y meterse de nuevo a la cocina. Tras terminar con Tobias, fue a la cocina. La chica intentaba buscar un cuchillo grande, pero por un momento, olvidó por completo dónde se encontraba un set de cuchillos para cortar. Desesperada y llorando, lo único con lo que pudo amenazar al asesino, fue un cuchillo para untar mantequilla. Observando la triste escena y dejando que sufra algo más la joven, Dracul se queda quieto delante de ella para finalmente clavarle el cuchillo horizontalmente en su cuello, atravesándolo. Toda esta tarea se realizó incluso antes de que terminara la canción.
Ya con la música apagada y con un plan fijo, Dracul procedió a colocar una bolsa de basura por la cabeza y otra por los pies de las dos víctimas. Los cuerpos estaban parcialmente cubiertos, pero no era suficiente. Con unas tijeras, el asesino cortó algunas bolsas de basura y tapó los huecos visibles, atando todo con las cuerdas que trajo consigo. Ahora solo hacía falta limpiar la sangre que dejaron los cuerpos. Por suerte de nuestro querido protagonista, no quedó mucho rastro sanguinolento. Para eliminar las pruebas, limpió el suelo con una fregona, pero al hacerlo le surgieron dos problemas: las manchas no podían limpiarse completamente y la fregona ahora estaba ensangrentada. Para solucionarlo, llenó entero de agua el cubo de la fregona y dejó el utensilio en el agua. En el sofá, salpicó un poco de sangre, pero lo disimuló colocando varios cojines en las zonas afectadas.
Ahora tocaba el paso más complicado, poder salir del lugar con los cuerpos. Con sigilo, arrastró los cuerpos con dos cuerdas y antes de salir por la puerta, agarró las llaves de Tobias. Su plan era coger el ascensor, pero las cosas no iban a salir como él quería, una persona había cogido el ascensor. Dracul no sabía si esa persona estaba subiendo o bajando. Estuvo pensando en qué hacer, pero ya era demasiado tarde, el ascensor llegó a la misma planta en la que se encontraba él. Desesperadamente, el joven lanzó los cuerpos por el vacío de las escaleras y procedió a bajar tranquilamente. Con el rabillo del ojo pudo ver de quién se trataba la persona que salió del ascensor. Se trataba de la misma mujer que vio por la calle, la cual sospecha que es la madre de Tobias. Ella también se fijó en él.
Al bajar las escaleras se esperaba lo peor, pero por suerte, no fue así. El rubio temía que hubiera alguien más en el vestíbulo, cosa que no fue así, se encontraba solo. Aunque los cuerpos estaban completamente retorcidos, era muy probable que se hayan roto varios huesos por culpa de esa caída. Dracul procedió a arrastrar los cuerpos y antes de salir con ellos, echó un vistazo a la calle. A estas alturas no sabía si tenía simplemente suerte y habilidad, o el demonio del tejado le estaba ayudando desde las sombras. Esta vez, cargó los cuerpos con ambos brazos. Sacando una fuerza desconocida, Dracul corrió con los dos cadáveres hasta llegar al coche de Tobias, allí los dejó caer. Abrió la puerta trasera y amontonó los cuerpos en los asientos de atrás. A partir de ese momento ya estaba todo hecho, solo tenía que entregarle la mercancía a la gárgola.
Con dificultad, Dracul logró subir los cuerpos al tejado, escuchando la melodía oficial del tejado de la catedral: la risa del demonio. —¡Lo hiciste! ¡Y esta misma noche! No me esperaba eso de ti, Dracul. —el chico miró mal a la gárgola y le dijo: —No mientas, te lo esperabas perfectamente. Con esto puedo tener un gran deseo o varios de ellos, ¿no? —la gárgola validó el comentario de Dracul e incluso dijo que “se podían hacer cosas inimaginables”. La estatua viviente estaba mucho más eufórica que de costumbre, pero sin nada más que añadir, Dracul procedió a irse del lugar. Ni siquiera se despidió de la gárgola, la cual no paraba de reír histéricamente, él en cambio, estaba en pleno estado de shock.
Conduciendo hacia su casa, por alguna razón, nuestro protagonista sufrió un ataque de nerviosismo. Unos segundos antes estaba deprimido, sin entender que acababa de pasar, pero de un momento para otro lo procesó todo. Sin que nadie pudiera pararlo, el hombre rio y rio como un desquiciado. Se sentía vivo, como en los viejos tiempos, pero al mismo tiempo con frescura. La adrenalina volvió a su cuerpo y se hallaba impetuoso. Así estuvo durante un largo rato, hasta que la cordura volvió a él como si le cayera un balde de agua fría por encima: no podía ser descubierto. La única solución que veía viable era volver a pedir un deseo, pero sabía perfectamente que tendría que entregarle algo grande, algo como lo que le entregó esta noche. Tenía el objetivo perfecto.
Al día siguiente, el sol brillaba, era un día especialmente bonito. Dracul se encontraba delante de una puerta, la cual estaba timbrando. Tras pulsar el timbre hasta dos veces, por fin se abrió la puerta. Quien se encontraba detrás de ella, era un señor mayor. Este usaba un bastón para poder aguantarse, a su lado había una silla de ruedas, así que se podía intuir que no podía estar por mucho rato de pie. El hombre miró a Dracul y dijo su nombre emocionado, a lo que el joven le respondió con lo siguiente: —Hola padre. —resulta que nuestro apreciado protagonista había ido a visitar a su padre, el cual yacía discapacitado por el paso del tiempo. Pero aunque parezca dulce, era más que obvio que las intenciones de Dracul no eran amistosas. El padre estaba emocionado por volver a ver a su hijo, se podía ver un brillo de felicidad en sus ojos. Seguramente pensó que su hijo quería hablar las cosas y dejar de lado esas diferencias que les separaron años atrás.
El hombre invitó a que pasara su hijo. Este cerró la puerta y se sentó en su silla de ruedas y preguntó si quería un té. Mientras se dirigía al mármol de la cocina para preparar la bebida, su hijo preguntó si aún vivía solo. El hombre respondió explicando que en efecto, aún vive solo, pocas veces pedía ayuda. El hecho de que vaya en silla de ruedas lo veía más como un reto que como una limitación, aunque obviamente, había ocasiones donde si necesitaba ayuda. Toda esa explicación fue interrumpida por la acción que tomó Dracul. Mientras su padre estaba de espaldas preparando el té, su hijo fue tras él para cortarle el cuello indiscriminadamente. El corte tan repentino hizo que salpicara una gran cantidad de sangre. El hombre en la silla de ruedas se quedó completamente inmóvil, solo se podían escuchar sus últimos quejidos de dolor, los cuales apenas se escuchaban y se desvanecieron rápidamente por su herida.
Los próximos minutos eran iguales que en aquel apartamento sangriento. Dracul envolvió a su padre con bolsas de basura y lo ató. Tras hacerlo, metió el cuerpo en el coche de Tobias y se dirigió al bosque. Aparcando en una zona apartada, salió y arrastró el cadáver, entrando por un lugar desconocido y así no ser descubierto. “Te lo mereces, debí haber hecho esto hace mucho tiempo… No… ahora era el momento perfecto. Podré librarme de todo cuando le entregue este cuerpo al demonio. Nadie me buscará, con los otros cuerpos podré salvar a ese hombre que hirieron… o tal vez hasta podría pedir que volviera a caminar. ¡Incluso me sobrarán deseos, estoy seguro! Estoy ofreciéndole a ese ser lo que más desea”, pensó optimista nuestro valiente protagonista.
Con una sonrisa en la cara, el hombre logra subir el cadáver de su padre al tejado, pero su sonrisa se borró de inmediato al darse cuenta de un detalle. Al alzar la cabeza, no hay rastro de la gárgola, simplemente no estaba. En el suelo, se podían ver las bolsas de plástico y cuerdas tiradas intactas, pero sin el cuerpo. Su genio de piedra había desaparecido. Dracul se quedó mirando fijamente al lugar donde estaba la escultura sin poder reaccionar. Para colmo, una serie de voces y sonidos provenían de abajo y cada vez se acercaban más. Dracul desconcertado, arrastró el cuerpo hacia adelante, pero ya era demasiado tarde, detrás de él escuchó la voz de Nikolatos diciendo: —¡Ahí está! Y lleva otro cuerpo… —el joven confuso, giró la cabeza para ver a su amigo acompañado de una serie de policías con arma en mano. “No puede ser… ¿Cómo me van a atrapar tan rápido? Tampoco dejé tantas pruebas…”, esos fueron los pensamientos de Dracul, pero inmediatamente fueron interrumpidos por otros. La madre de Tobias lo vio varias veces, la sangre en distintos puntos de la casa, no haber comprobado dónde podían encontrarse sus huellas y el coche de Tobias. Todos esos errores volvieron a la mente de nuestro pobre protagonista.
Los policías apuntaron a Dracul con sus armas, gritando que se pusiera de rodillas y colocara sus manos detrás de la cabeza. Impactado por la situación, dejó a su padre e hizo lo que le pedían los agentes. Ni él mismo podía creer lo que había hecho, era como si de repente él mismo se hubiera dado cuenta de lo que había hecho. De sus ojos, brotaron grandes lágrimas que recorrían su rostro. Antes de que los agentes se acercaran a él para esposarlo, levantó la cabeza para ver a su amigo viendo fijamente detrás de él. Estaba claro, él también se quedó confuso por la desaparición de la gárgola. Esa entidad, esa herramienta, ya no estaba para ellos. Todo se había acabado para ellos, pero más aún, para el joven Dracul.
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