No quiero vivir mentido

En un mundo devastado por la aparición de una entidad que revela verdades inhumanas, Don se embarca en una búsqueda por el conocimiento infinito. ¿Cuál es el objetivo de esta criatura?

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Dos días han pasado desde la aparición del ente controla-mentes Verimus. Aún sigo sin entender su propósito, su misión, ¿fue enviado aquí para matarnos? ¿O tan solo lo hace por diversión? Sea como sea, he perdido a cualquier conocido en menos de 48 horas. Lo que más me duele es la pérdida de mis padres, antes de morir dijeron algo parecido a que sabían  la verdad, la verdad de todo. No me he atrevido a salir fuera de mi casa por miedo a que sufra el mismo destino, aunque es estúpido, esa cosa mata a todo el mundo, esté donde esté, pero me siento tranquilo aquí. Además, aún no he muerto, así que algo estaré haciendo bien. Me limito a ver la ventana, cada vez hay menos personas, aunque ya llevo varias horas sin ver a nadie.

Puedo recordar esas palabras, las palabras que se introdujeron en mi mente el día en que esa cosa vino a nuestro mundo, que de un momento para otro, nos habló. Fue un hecho insólito, todos a la vez escuchamos un mensaje: “¿Deseáis conocer la verdad que yace oculta en vuestras vidas? El saber de aquello que os atormenta, de lo que os impide avanzar en vuestro devenir cotidiano. Lo que oculta la gente y aquello que vuestros ojos no alcanzan a percibir”. Mi respuesta fue obvia: sí, por supuesto. Quiero saber la verdad de las personas. Quiero saber por qué todas las personas con las que me he topado son unos inútiles, unos imbéciles y unos infra seres en todos los sentidos.

Pero ahora el rumbo de mi vida acaba de cambiar, podré saber la verdad. Hace poco recibí otro mensaje de esta criatura: “Salve, Don, soy Verimus. Vos deseabais conocer la verdad y la conoceréis. Aced al laboratorio, allí nos congregaremos todos”. Sinceramente, tengo miedo, y no es por el hecho que haya hablado en plural, si hay más personas me tranquiliza mucho. Lo que me aterroriza es que quiera que vaya al laboratorio, ¿cuál laboratorio? ¡Yo soy solo un camarero! Desde los 20 años que ejerzo este trabajo mal pagado, y ya llevo más de diez allí. Pero sí, sé perfectamente de qué laboratorio habla, sé hasta la ruta completa, tanto que al cerrar los ojos puedo verla dibujada en mi mente. Eso es lo que realmente me genera incomodidad, yo no sabía nada de ese lugar y ahora lo sé todo sobre él hace apenas unos minutos.

Estuve andando por mucho tiempo, muchas horas, incluso días. No sabría decir exactamente cuanto tiempo, solo sé que tuve que comer varias veces, suerte que pude comer todo lo que quisiera al estar todas las tiendas desatendidas. Me extraña que aún no me haya topado con nadie. Los días pasan y no me doy cuenta, siempre está nublado, a veces más oscuro, a veces menos. No podría determinar con certeza cuándo es de noche y de día, tampoco estoy seguro de que sean nubes lo que tapa el sol. Parece humo, contaminación. Lo que he intuido estos días, es que las fábricas y centrales nucleares dejaron de funcionar y muchas de ellas estallaron por las muertes repentinas de los encargados de cuidar la maquinaria. No quiero ni imaginar lo que habrán pasado, si es lo que realmente pasó, o lo que quiero pensar que pasó.

En mi camino hacia el laboratorio, intenté varias veces saber información sobre lo que está pasando en el mundo. Ya son varias veces, que sin éxito, me colé en oficinas, comisarías y lugares los cuales me diera la sensación que podría encontrar algo para mantenerme actualizado. Necesitaba saber algo sobre este mundo en el que vivía. Lo máximo que encontré fue el diario de un hombre llamado Charles en un hospital, parece ser que escribió sus últimos recuerdos en este cuaderno dónde relata lo que veía. Solo había tres entradas en ese diario, dos el primer día y uno al segundo. Allí solo explicaba cómo morían todos los pacientes por la misma razón: “Sabían demasiado”. Me recordó a lo que dijeron mis padres cuando murieron, no acababa de entender ese concepto. ¿Acaso ellos también dijeron que sí a la pregunta de Verimus? Sinceramente, lo dudo. Si ellos murieron por aceptar, ¿por qué yo sigo vivo? ¿Por qué parece que soy el único…?

Cada vez me desesperaba más, hasta que cerré los ojos y lo vi; ¡el fin del camino se acerca! Eran varios kilómetros más, pero eso era una gran noticia, el viaje estaba llegando a su fin. Una vez el cielo se esclareció un poco, la contaminación ya se estaba disolviendo y pude ver la luna. Era Luna nueva, cosa que me llamó la atención. Si no me acuerdo mal, la luna nueva aparece una vez al mes, eso me dio una idea. Rápidamente, busqué un calendario en una pequeña tienda, y al fin pude saber que día era. Sabía que todo empezó a mediados de febrero, así que sí o sí debía ser la luna nueva del siguiente mes, 8 de marzo… Aunque tampoco estaba muy seguro de si solo pasó un mes, podía ser 6 de abril, o a lo mejor 6 de mayo. De lo único que estaba seguro es de que estábamos en 1970.  Fuera como fuere, yo estaba más apaciguado, ya solo faltaba andar un poco más para llegar a mi destino.

Ahora, con la noción del tiempo presente, más o menos, llegué al laboratorio en menos de una semana. Este estaba situado en las afueras de una ciudad la cual no he podido reconocer al estar todo en ruinas. Sí, por alguna razón todo está destruido, es posible que haya sido por las razones que pensé anteriormente, pero como siempre, no estoy seguro. El laboratorio, sorprendentemente, lucía bien, solo estaba algo sucio. Al principio el miedo invadía mi ser, sentía temor al ver ese gran complejo. ¿Qué cosas me aguardarán? ¿Habrá personas? ¿Conoceré a Verimus? Paralizado delante de la puerta, volví a tener consciencia sobre mi cuerpo. Esos pensamientos intrusivos me tenían en estado de shock, sin poder reaccionar, pero al fin me decidí: iba a entrar.

A primera instancia no vi nada fuera de lo normal, solo salas vacías y oscuras, aunque mínimamente iluminadas gracias a los pocos rayos del Sol que penetraban en las ventanas. Ese día era algo singular, la luz del sol era rojo infernal, como si me avisara de un mal porvenir. Obviamente, eso se debía a mis nervios y solo fue una casualidad, o tal vez no. Al estar en el interior de la localización, mi mapa mental cambió drásticamente, ahora me marcaba el camino hacia un pasillo, delante de unas grandes puertas, así que me dirigí allí. Ese pasillo estaba situado en la segunda planta, así que subí las escaleras. Al acercarme a ellas pude escuchar unas voces, no podía distinguir lo que estaban diciendo, pero estaba seguro de que eran voces humanas. Subiendo las escaleras, pude empezar a ver la silueta de varias personas, hasta que llegué al sitio, allí los pude ver a la perfección. Todos ellos se callaron y me miraron coordinadamente, mi presencia les llamó la atención. Se trataba de cuatro personas, dos hombres y dos mujeres específicamente. Sus apariencias eran totalmente opuestas entre ellos. Supuse que ellos eran las personas que mencionó Verimus en su mensaje, ver después de tanto tiempo a varias personas con las que podía hablar me dejó sin palabras, pero una mujer la cual vestía una bata blanca y llevaba lentes rompió ese silencio dirigiéndose a mí con estas palabras:

—¡Ey tú! ¿Eres el quinto? ¿Vienes por Verimus?

—Pues claro que será él. ¿Si no quién iba a ser? Están todos muertos, ¡seguro! —dijo un hombre con acento ruso, sentado con unas muletas a su lado.

Antes de que empezara una discusión, una señal mental nos llegó a todos. Era Venimus, nos mandó otro mensaje a nuestro subconsciente:

«Podisteis reunirvos los cinco. Ya podéis entrar y conocer la verdad que yace escondida».

Todos nos miramos y entendimos que el mensaje había llegado a cada uno de nosotros. Antes de entrar y conocer lo que nos deparaba tras la puerta, la mujer con bata blanca preguntó dirigiendo su mirada hacia mí:

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo Don, Don Ellison. —dije nervioso.

—Encantado, yo soy Alicia Wonder. —respondió la mujer.

—Yo soy Jacob, pero puedes llamarme Job. —dijo amablemente un joven.

—Yo Thalia. —añadió la otra mujer tímidamente.

—Yo soy Strakh Petrov. —dijo el soviético con mala cara, levantado, apoyándose en sus muletas.

—Vamos a entrar… —dijo Alicia.

Una vez conocidos sus nombres y con la señal para entrar del controla-mentes, abrimos la puerta y accedimos a la sala. Lo que vimos no tenía explicación, a duras penas me salen palabras para describirlo. Esa sala era como cualquier otra dentro del complejo, pero la pared que estaba enfrente nuestro, estaba destruida y daba paso a otro mundo. Allí lo vimos a él, en su hábitat natural, su mundo. Era Verimus.

Su aspecto era horrendo, me daba pavor verlo. Esa criatura desprendía un aura oscura. Su cabeza era ancha y ovalada. Tenía unos ojos grandes, verdes como el musgo, estos no tenían ni iris ni pupilas, eran dos esferas también ovaladas, sin vida. Sorprendentemente, también tenía nariz, pero ese solo se componía de dos orificios, como los de un mono. Lo más desconcertante de todo, su boca, empezaba desde una punta de su cara hasta la otra, carecía de labios pero no de dientes. Estos eran grandes y solo tenía una fila de ellos, era una larga tira de pequeños cubos que ocupaban toda su boca. Aunque se parezca bastante a la composición facial de un humano, no tenía orejas, ni rastro de algún pelaje. Él estaba hecho de carne, con una piel seca, color granate como el mineral. Su cuerpo era muy delgado, no era proporcional con su cabeza. El torso era tan solo un trozo de carne más delgado que los nuestros que llegaba hasta abajo, parte la cual no pude ver al estar tapado por un trozo de pared que aún se mantenía. De ambos lados sobresalían dos extremidades, eran brazos. Estos eran igual de delgados que el torso, con la diferencia de que sus manos eran grandes, muy grandes. Estaban compuestas de cuatro largos dedos y tenía garras, o más bien, uñas largas. Su postura era intrigante, parecía una estatua. Sus brazos estaban extendidos a la altura de su “pecho” y no se movía, ninguna parte de su cuerpo lo hacía. Delante de él había cinco sillas que formaban un semicírculo que apuntaba a él. Antes de que nadie pudiera decir nada, Verimus sin mover la boca ni gesticular de alguna forma, nos volvió a hablar a través de nuestra mente diciendo:

«No temáis por mi apariencia primigenia. Yo no vengo a causar daño, habéis acudido porque merecéis estar aquí. Fuisteis los únicos que verdaderamente respondisteis con un "sí" a mi interrogante. Los corazones del resto de humanos son gélidos, mienten. Sois los únicos, no existe otro ser en este mundo aparte de vosotros».

—¡Así que tenía razón! ¡Este monstruo mató a todos los humanos de la Tierra! Aunque dijo seres… ¡también mató animales insectos! —gritó Strakh enfurecido.

—¡N-no puede ser! ¿Por qué Dios? ¿¡Por qué nos has condenado a este destino!? Acaso, ¿tú eres dios? —dijo histérico Job.

«No perdáis los estribos, Strakh. No perdáis la cordura, Jacob. Yo solamente os he otorgado mi conocimiento. La falsedad y el miedo que afligen a las gentes de este mundo son los que más necesitan descubrir la verdad. Todos aquellos que han perecido conocían todo acerca de este mundo y más allá de él. El exceso de información obligó a sus cuerpos dejar de vivir, como un mecanismo de defensa. Como ya he mencionado, vosotros no sufriréis el mismo destino. Siendo los últimos seres existentes en este planeta al que llamáis Tierra, tenéis acceso a lo que vosotros mismos habéis decidido buscar. Por favor, tomad asiento».

—Estás loco… —dije con el labio tembloroso.

En ese momento, Alicia dio un paso hacia adelante y se dirigió a una de las sillas. Ella lucía tranquila, aunque su rostro era de preocupación. Con un gran suspiro, se sentó en la silla y dijo:

—No sabíamos que nos encontraríamos con esto, no teníamos ni la más mínima idea de lo que estábamos haciendo… ¿Cómo es posible?

—¿Qué quieres decir con eso? No habrás participado en esto, ¿verdad? —dijo Job asustado.

—Lleva una bata blanca, ¿no es obvio? ¡Debe ser una científica! ¡Ella le abrió la puerta a este monstruo! —exclamó Strakh con el mismo tono de antes.

Alicia tenía la mirada clavada en el suelo, estaba completamente destrozada. Varias lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, las cuales cayeron al suelo, y empezó a producir pequeños quejidos. No podía aguantar más, estaba llorando. Aun en ese estado, nos quiso explicar todo lo que pasó respecto a Verimus y sus consecuencias. Nos contó que ella estuvo implicada, pero no mucho. Todo empezó hace unos meses, Estados Unidos quería construir nuevo armamento para combatir contra los soviéticos en la guerra de Vietnam. Los científicos probaron técnicas para crear nuevas y más letales bombas que pudieran acabar con todos sus enemigos, pero una de esas pruebas acabó creando un nuevo material, algo nunca visto. Los científicos a cargo de este nuevo armamento no saben cómo surgió, pero saben que fue dentro de las instalaciones y no fue algo natural. Se trataba de un líquido letal, solo con tocarlo te desintegraba el dedo sin dejar rastro, así que lo enviaron a este laboratorio para determinar hasta qué punto se podía llegar con este líquido y si era válido para crear artillería. Pero los científicos jefes encargados de esta investigación lo veían de otra forma. ¡Acababan de descubrir un nuevo material! Así que a escondidas, venían otros científicos, siendo así un secreto a voces dentro de la comunidad científica, donde profesionales de todo el mundo vinieron para ayudar. Alicia aseguró ver hasta científicos soviéticos. Ese líquido había unido a los humanos más que en épocas de paz y prosperidad. Pero todo acabó ese día, el día en que apareció Verimus. Otro día cualquiera, en el laboratorio, estaban haciendo pruebas. Hasta que de repente, sin hacer nada, el líquido se movió disparado hacia arriba en dirección diagonal, ese fue el momento que se abrió una puerta a otra realidad. Y allí estaba, el ser controla-mentes, apareció delante de todos y se comunicó con ellos mediante mensajes mentales, presentándose y haciendo la pregunta que todos conocemos.

—¿Y cómo se enteró la prensa de todo esto? Recuerdo haber visto en las noticias como contaban que se abrió un portal a otro mundo. —preguntó Strakh extrañado.

—Supongo que varios investigadores lo dijeron en sus casas antes de que empezara a morir gente, y cuando vieron el peligro, ese secreto corrió la voz hasta llegar a la prensa. —explicó Alicia.

—T-tengo mucho miedo, ¿por qué nos hacen esto? —dijo asustada la tímida Thalia.

Nadie dijo nada, no sabíamos qué responder. Sin saber que hacer, me senté también en una silla, y el resto por inercia también lo hicieron. Por curiosidad, les pregunté de dónde viene cada uno y por qué. Los únicos pertenecientes a Estados Unidos éramos Alicia y yo, Job era de Inglaterra, Thalia de Grecia y Strakh de la Unión Soviética. A diferencia de los que ya vivimos en EE. UU., los otros debieron de haber venido en avión, pero era extraño al no existir nadie que los pueda llevar. Todos me respondieron lo mismo: no se acuerdan, nadie se acuerda de nada. Y lo peor de todo, es que yo tampoco me acordaba de mi camino hacia aquí.

También me explicaron sus motivos, cuál fue la razón de ese “sí” a la pregunta de Verimus. Strakh es un soldado soviético, estaba luchando en la guerra de Vietnam, pero por una herida grave en la pierna que le redujo la movilidad, lo trajeron de vuelta. Sorprendentemente, tardó menos de un año en poder volver a levantarse, aun teniendo más de cincuenta años, pero eso sí, debía de llevar muletas a partir de ese momento. Él no tenía un motivo en específico, solo estaba harto de que las personas escondan cosas y él no las pueda saber, él cree que hablan de él a sus espaldas y por eso lo evitan. Por otra parte, Thalia era una joven de veintipocos años proveniente de una familia rica, cosa que se puede notar por la ropa que viste. Ella quiere mucho a su familia, pero sabe que le esconden cosas, es muy inocente. Luego está Job, un joven de casi treinta años que desde pequeño tiene a Dios en su vida. Él estaba harto de escuchar a ateos y otros religiosos decir que su Dios es un farsante, así que quería saber la verdad para demostrar que siempre tuvo razón. Después está Alicia, que como es obvio, quería saber más sobre Verimus, quería saber más sobre el trabajo de su vida. Y por último quedo yo, que como ya dije, quería saber por qué la gente de mi alrededor me ha hecho siempre daño. Odio tanto a la humanidad… Solo esperé que estas personas no fueran ni la mitad de desagradables que el resto del mundo.

Tras esta pequeña conversación que tuvimos, Verimus nos habló. Ya reunidos y sentados, quería empezar con su “misión”, así lo llamaba él. Para este ser, conceder el conocimiento es su único deber, es tan inquietante, nadie sabía cómo iba a reaccionar. Estaba delante de nosotros y nadie podía creer lo que estábamos viendo y viviendo. Verimus nos explicó:

«Cada uno irá a vivir una experiencia. Todo lo que viváis será una representación tenue de lo que vuestros corazones no podrían soportar. Más os prevengo de antemano. Si no lográis soportar, si no aceptáis lo que vuestra mente aprenderá, no viviréis. Será una muerte de la cual no podréis escapar».

Nadie dijo nada. Todos estábamos decididos a proceder con ello, e inconscientemente, los cinco cerramos los ojos. Lo siguiente qué pasó fue de lo más desconcertante. De nuevo, a duras penas recuerdo lo que vi a través de mi mente. Verimus proyectó visiones en nuestras mentes, visiones de secretos ocultos, de traiciones pasadas y verdades inconfesables. Sentí como si mi cerebro se desgarrara bajo el peso de esta nueva realidad. Mis padres... sus acciones... ahora todo tenía sentido.

Todos esos momentos donde yo me sentía mal por comentarios que me hacían injustamente, tratos diferentes por el hecho de ser yo, hasta episodios de “jugarretas” que me han ido haciendo siempre por parte de gente organizada, incluso gente los cuales consideraba amigos. Pero todo eso ya tiene una respuesta: fue por mis padres. Sé lo que hicieron y nunca se lo perdonaré. Sus actos en el pasado fueron despreciables y yo soy fruto de dos horribles personas. Ahora entiendo por qué se desquitaban usándome de diana, todo el mundo tenía algo en contra de mis padres y por ende, de mi existencia. Esa información, siempre permanecerá en mi mente, hasta el fin de los tiempos.

Pensaba que saberlo todo me haría superar mis traumas y mi ira descontrolada hacia la humanidad, pero no fue así. Ingenuo de mí, ¡ahora tenía más razones para odiarla! Pero esto no había acabado aquí. Ahora sabía la verdad del universo… ¡había trascendido! A mi alrededor se encontraban los cuerpos sin vida de aquellos que querían conocer la verdad. Parece que aunque tengas la voluntad de querer algo, no es suficiente.

Mi mente se encontraba en otro plano, estaba unido con el todo y eso no me hacía darme cuenta de todo lo que pasaba a mi alrededor. Claro, vi esos pobres cuerpos que no aceptaron la verdad, pero aun así yo no estaba en la silla. Yo no los veía a mi lado, los veía enfrente. Había cambiado de bando, yo no era uno de ellos, ya sabía la verdad de todo. De ahora en adelante ya no soy humano. Soy infinito. Soy parte de Verimus.

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