Aullidos en París

En el París de 1889, un joven londinense explora los misterios de su reciente transformación en hombre lobo, sumergiéndose en una comunidad secreta y oculta de licántropos durante las noches en la ciudad.

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‘Belle’, así es como se llama en francés y así es como la describo. París es una ciudad hermosa, estos últimos años han sido los mejores en este lugar. Aun siendo londinense, puedo admitir que andar por las calles, sumergirme en pequeños locales rebosantes de personas interesantes y con ello, adquirir conocimiento, es una aventura. Podríamos decir que en 1889, estamos en la cúspide artística e intelectual. Las calles parisinas, repletas de asombrosas estructuras agradables para la vista. Y por el otro lado, callejones oscuros que, en vez de alertarte, te atrapan con su sensación exótica. De allí salen los mejores lugares a los que visitar, no como turista, sino como explorador urbano. En las profundidades de esta gran ciudad se esconden esas cafeterías y bulevares más increíbles. No por su aspecto, ni por su servicio, sino por su comunidad. La noche es la excusa para calmar la ciudad y que la vida de los más vividores (o de los más frustrados) reluzca. Pero en cualquier caso, yo no vengo simplemente para fluctuar entre historias fascinantes, sino que tengo un objetivo. He venido aquí para hablar con un hombre que yace habitualmente en un recóndito bar todas las noches. Él puede responderme a unas preguntas para conocer a fondo mi condición, para que me conozca a mí mismo. Me llamo William Shaffer, y soy un hombre lobo.

En esa fría noche de invierno, llevando mis ropajes negros y usando mi gruesa chaqueta como capa, me encontraba en la calle Rue Mouffetard, situado en el quinto distrito de París. Aquí puedes encontrar una gran variedad de mercados callejeros y artistas, sin duda una calle muy bohemia. Aunque el lugar al que iba se encuentra en uno de esos callejones mágicos. Al final de este, puedes encontrar unas pequeñas escaleras que dan a un lugar subterráneo, allí se encontraba la entrada del ‘Le Renard Argenté’. Una taberna escondida entre todos los negocios vecinos mucho mejor situados que este. Era de esos sitios que solo te das cuenta de su existencia, si de casualidad te topabas con él o lo más habitual, si alguien te habló de él. Y fue de la última forma como lo encontré, gracias a un contacto. Mi condición es peligrosa, y sin el conocimiento necesario, mi vida sería un desastre. No hace mucho que soy un hombre lobo, pensaba que solo era posible si naciste con esa condición, pero eso solo hace darme cuenta de lo analfabeto que soy en este ámbito. Pero dentro me espera Walter, un anciano hombre lobo recurrente en este lugar y un sitio concurrido por otras personas marginales como él. ¿Será que dentro se encuentran más personas con mi condición? Solo el armarme de valor y entrar iba a responder a mi pregunta.

Ese pequeño espacio, entre las escaleras y la puerta, se podía oler ese fuerte aroma a alcohol y a fiesta. También se podía escuchar ligeramente la música que en un principio no sabría reconocer, su sonido era nuevo para mí. Solo con mirar a mis pies, se podía presenciar el poco cuidado de este local, había suciedad como papeles, cigarrillos pisados e incluso alguna botella rota. Probablemente, las dos personas que yacían a mi lado, unos fumadores, contribuían con esa mala práctica. Independientemente de eso, puse mi mano sobre la sucia puerta de madera y empujé para acabar entrando.

Sorprendentemente, el interior era bastante amplio para ser un bar de mala muerte alejado de la sociedad. Aunque al ser subterráneo, posiblemente hayan expandido la zona, y no con prácticas muy legales. Este sitio se podía separar en tres zonas; la barra, las mesas de restauración junto al escenario y otras mesas especializadas en el juego. También se podía ver dos puertas más. Seguramente una sea el baño y otra una especie de trastero, lo extraño es que en los pocos segundos que pude presenciar la actividad del local, varias personas distintas entraron por ambas puertas. Si una es el baño, ¿la otra qué será? Perdido entre la multitud, iba buscando al viejo Walter, según me han dicho, sus ropajes eran verdosos. Mientras estaba haciendo mi búsqueda, un hombre curioso me paró y me preguntó qué estaba buscando. Su aspecto era el de un señor mayor, con un canoso pelo pobre, y llevaba unas finas gafas de metal, aunque bastante elegantes para su vestimenta. Esta se basaba en gruesas prendas de ropa, la más destacable era su chaqueta verde oscura, la cual lucía poco cuidada y cerrada completamente. Estaba bastante seguro de que eso se debía a su poco poder adquisitivo y la necesidad de mantenerse caliente por las noches. Era muy probable que fuera vagabundo. Sin embargo, al ver esos elementos en él, lo reconocí: era el hombre que buscaba. Le pregunté si era Walter, él extrañado, afirmó mi suposición, entonces le dije que venía de parte de George. En ese entonces su expresión cambió completamente, sonriendo de oreja a oreja e invitándome a sentarme.

Agradecido, acepté su petición e intenté sentarme en la silla que había junto a su lado, pero él me dijo que aquí se sentaba un amigo suyo, el cual fue al baño. Así que agarré una silla libre y la coloqué delante del anciano. Para romper el hielo empecé hablándole de las maravillas que pude contemplar durante los pocos días de estancia que había tenido por aquí, pero tras un rato de conversación, él sacó el tema que estábamos esperando a comentar. —Eres un licántropo. —Afirmó Walter rompiendo completamente el ritmo de la charla. Yo le dije que sí, que por eso mi contacto me habló de él.

George es mi primo, un joven londinense como yo que vino a París en busca de experiencia, entonces una noche conoció a Walter y a otro hombre que lo acompañaba. De alguna forma, él pudo identificar a los dos deambulantes como hombres lobo. A lo que Walter y su acompañante se sorprendieron y vivieron esa noche juntos. Fueron pocas las interacciones, ni siquiera fueron al Le Renard Argenté, aunque sí fue mencionado. El anciano le dijo que frecuentaba ese lugar y que cuando quisiera podría ir a visitarlo. A lo que George le dijo que tal vez venía él u otro hombre lobo, ya que la sabiduría de Walter le había fascinado. Ahora, tras varios meses, Walter pudo acordarse de mi primo y acogerme con los brazos abiertos. No sé si fue por el aspecto tan refinado y el pelo rubio con grandes tirabuzones de George o simplemente su carisma y agilidad con las palabras, que hicieron que este hombre mayor se acordara con tanto detalle y fervor esa noche.

Algo que quiso puntualizar Walter y que estaba en lo cierto, era lo jóvenes que éramos, tanto mi primo como yo. Le extrañó porque resulta que los hombres lobo no empiezan a transformarse hasta edades más maduras. Aunque los humanos ya hayamos alcanzado nuestra madurez física, la habilidad de transformación es algo más avanzado. —Ser un licántropo, no es solo convertirte en uno, sino comportarse y pensar como uno. —Explicó Walter con ímpetu. Cada frase que decía era algo nuevo que aprendía sobre esta condición. En esa conversación también salió mi otra condición, la cual no suelo mencionar, porque es motivo de burla muchas veces, pero con esa confianza, podía hablar de ello sin problema. —Al igual que tu primo, pero sobre todo tú. ¿Por qué tienes la piel tan pálida? Incluso tu pelo. Largo, pero descolorido, ¿te haces viejo tan joven? —Dijo Walter entre risas. En ese momento le revelé que era albino. Eso significaba que aparte de mi extraño aspecto, la luz del día dañaba mi piel. Por eso George y yo somos nocturnos, nos movemos entre la calma de las ciudades durmientes. Él se sorprendió, pero no me juzgó. Al fin y al cabo, también éramos hombres lobo.

Siguiendo con las preguntas, me dio curiosidad por la primera vez que se convirtió en hombre lobo, a lo que él, antes de contestarme a la pregunta en sí, me corrigió. —Aquí no nos gusta llamarlo así. ‘Hombre lobo’ suena vulgar y poco exacto, es más correcto llamarnos ‘licántropos’. —Tras la corrección, algo nos interrumpió. Un hombre muy alto apareció detrás de Walter. Este era de origen nativo-americano, su piel rojiza, su oscuro y largo pelo lacio, además de sus fuertes facciones y voluptuoso cuerpo me lo hacía saber. Este estaba mejor vestido que Walter, llevando una chaqueta rojo oscuro. Esta era más fina, pero mucho más larga que la del anciano, y su camisa y pantalones eran blancos. —Hola de nuevo Jack, siéntate. —Le dijo alegremente Walter al voltearse para verlo. El grandullón silencioso se sentó en la silla que tenía al lado el viejo, resulta que ese hombre era el acompañante de Walter. Si esa situación no era suficientemente aleatoria, más lo fue al serme revelado que ese tal ‘Jack’ era inglés, nacido en Brighton. Mi cara era de incredulidad. Jack puso sus manos unidas sobre la mesa y me miró fríamente, al igual que su expresión, y me preguntó con una voz grave de dónde era. Antes de que me hiciera una simple pregunta, pensaba que iba a meterme en un lío con este gigante. Pero nada más lejos de la realidad, tuve una tranquila conversación sobre nuestros orígenes. El pobre Walter no nos entendía, ya que estábamos conversando en inglés. Sin duda Jack, tenía un acento impecable. Me explicó que aunque su familia fuera de América, él es culturalmente un inglés puro. Resulta que él también es un hombre lobo.

Durante varias horas más, estuvimos charlando sobre más datos de los hombres lobo. ¿Sabíais que los licántropos no solo se convierten en lobo en Luna llena? Cada persona tiene una sensibilidad mayor o menor al satélite para transformarse. La única Luna que no afectaba a nadie era la nueva, a partir de esta, las demás van afectando a los hombres lobo según su condición. Jack era muy sensible a la Luna, tan solo con la aparición de la cuarta creciente ya se transformaba en hombre lobo. En cambio, Walter y yo, nos transformábamos solo con la Luna llena. Hay que resaltar que estas mutaciones pueden durar mucho o poco dependiendo de la noche. A veces duran tan solo dos horas, pero otras pueden durar hasta que se pone el sol. No tenía ni idea que había una comunidad tan grande de licántropos en París, Walter me dijo que una de las personas que más conocimiento tiene de todos los licántropos de la ciudad es un hombre llamado Émil. Además, sabe moverse perfectamente por la ciudad y podría enseñarme lugares especiales para hombres lobo. Solo tocaba esperar en mi hotel para esa misma noche, conocer a ese hombre.

A las doce de la noche, como acordé con Walter, debía encontrarme con Émil delante de la puerta de donde me hospedaba. Y así fue, al salir me lo encontré. Era un hombre elegante, con una singular barba pelirroja. Este era alopécico, pero ocultaba su calva con un largo sombrero negro. Sus ropas marrones claras, solo hacían que acentuar el naranja en él. Yo, en cambio, llevaba un ropaje más modesto, de colores grisáceos. El pelirrojo estaba mirando el reloj, hasta que alzó su cabeza y me vio. Los dos nos acercamos mientras él, iba analizándome de arriba abajo. Con una sonriente expresión me extendió su mano para darnos un suave apretón, dándome las gracias por estar aquí. Directamente, empezamos a andar, así que le empecé a seguir. Dijo que esta noche me iba a enseñar varios lugares interesantes. Émil resulta algo entrañable. Es amable, pero algo creído. No creo que su comportamiento sea por un complejo de superioridad hacia los demás, sino producto de sus vivencias, estaba seguro de todo lo que hacía.

De camino al lugar donde quería ir, el hombre me empezó a hablar sobre esa comunidad oculta de licántropos. Me afirmó que en París habría alrededor de doscientos hombres lobo. Aunque suene a muchos, actualmente la ciudad cuenta con dos millones de habitantes, así que son muy pocos. También hay dos factores a tener en cuenta: la mayoría de los licántropos se encuentran en la misma zona y la caza de estos ha aumentado. Poco pueden vivir libremente. Él justifica los comportamientos salvajes con el hecho de que no acaban de ser humanos y no es algo que se pueda controlar. Émil tiene claro que la convivencia entre hombres lobo y el resto de personas es posible, pero actualmente es más cómodo para los más poderosos matarlos a todos, ya que son una amenaza. La opresión de este colectivo marginado, es de las pocas que absolutamente todo el mundo acepta. Erradicar el problema antes que encontrar soluciones.

Sin darme cuenta, Émil ya me había llevado a su destino. No fue hasta que él me dijo que habíamos llegado, que me di cuenta de dónde estábamos. Delante de mi cara, estaba el grandioso Tour de 300 mètres. Aunque Émil me corrigió, diciendo que tras su inauguración le pusieron de nombre torre Eiffel en honor a su diseñador, Gustave Eiffel. Ese monstruo de metal era aún más impresionante en persona. Pero no entendía por qué estábamos allí. Esa era una zona muy concurrida, aunque también era verdad que por la noche, todo estaba algo desolado. A lo lejos se podían ver algunos vagabundos deambular, perdidos y perjudicados. Poco a poco iba entendiendo el porqué de ese lugar. —La delincuencia ha subido últimamente. Es como si hubiera una cultura de la violencia que se alzara cada vez más. Ver este tipo de paisajes deprimentes, de personas sin futuro o directamente sin vida alguna, es usual. Y luego estamos nosotros. Cada una de las calles que conectan la torre Eiffel, es un lugar al que acuden las personas de la noche. Por esa calle de ahí tienes algún que otro negocio de venta de brujería, ya sean amuletos o artilugios. Por esta otra tienes productos exóticos, de países orientales, tienen incluso venenos mortíferos. Pero de mis calles favoritas es a la que vamos a ir, seguro te gusta. —Explicó señalándome varias localizaciones.

Émil volvió a andar de repente, sin importar dejarme atrás. Rápido, empecé a seguirle el paso. La calle por la que íbamos era algo más discreta. Era estrecha y algo lúgubre, pero a lo lejos se veía una pequeña plaza. Mientras andábamos, me iba señalando varios locales, en la puerta de ellos, había mujeres vestidas provocativamente, lanzándonos miradas. Mientras que otras de esas mujeres, iban acompañadas de algún hombre de aspecto cuestionable. —Esta es la zona de putas, por las mañanas parecen simples negocios de cosas varias, pero eso es para ocultar lo que realmente son. ¿Quieres entrar en alguno? Están baratas, incluso te puedo invitar a alguna. Mientras no te transformes en un lobo, todo estará perfecto. Ja, ja, ja. —Se rio Émil. Yo le dije que no estaba muy interesado ahora mismo en buscar sexo, tan solo quiero explorar y conocer más sobre la vida de un hombre lobo. Él lo entendió y continuamos adelante.

En una calle más ancha, Émil continuó hablándome de esos lugares frecuentes para los licántropos, pero algo nos llamó la atención. Una serie de sonidos extraños que provenían de un callejón nos alertaron. Yo me adelanté y miré ligeramente lo que pasaba en ese oscuro lugar. Increíble que parezca, vi a un lobo de pelaje negro, seguramente a un hombre lobo. Este estaba forcejeando a una seguramente prostituta. Yo llamé la atención de Émil, el cual vino inmediatamente, para acabar acercándonos un poco más y ver una atroz escena: el licántropo clavó sus uñas en el cuello de la mujer, atravesándola. —¡Jack…! —Dijo el pelirrojo, reconociendo a su amigo en su forma mutante. Al escucharnos, Jack se volteó y salió corriendo a cuatro patas. —¡Yo fui al ejército hace años y fui ayudante del doctor! ¡Me encargaré de ver si hay posibilidades de salvarla! —Mi mentira piadosa evitó que fuera tras esa criatura, tenía muy claro que si yo, alguien “desconocido” para Jack sé acercara para pararlo, me iba a matar. Entonces me quedé a solas con el cuerpo de la prostituta. Era obvio que no iba a sobrevivir. Aparte de la puñalada propinada en su cuello por las uñas de Jack, tenía varias heridas en su cuerpo. Ella estaba agonizando, mirándome a los ojos. Al igual que yo, ella sabía que no iba a sobrevivir. Lo único que pude hacer fue darle la mano hasta que su corazón dejara de latir. Sin embargo, lo que más me llamó la atención no fue la propia muerte de esa mujer, que en paz descanse, sino la forma en la que murió. Esas heridas, la ocupación de esta mujer…

Hace apenas un año, en Londres, un asesino acechaba las calles de Whitechapel. Era un brutal asesino nocturno, que atacaba una demografía muy específica: prostitutas. Hubo al menos cinco asesinatos y fueron muertes extremadamente violentas. Una violencia, casi inhumana… ¿O acaso sí era completamente inhumana? Solo se sabía su nombre, Jack. Y por sus desgarradoras muertes, es apodado Jack el destripador. Destripador, como esta mujer. Con heridas en todas partes, cortes que para hacerlas con cuchillo, la fuerza de quien lo empuña tiene que ser exageradamente grande y esas varias puñaladas en el cuello, que en realidad, son propinadas por sus uñas. Nunca se supo la identidad real del asesino, incluso se decía que eran varios. Muchas cartas falsas llegaron a la policía o tal vez eran ciertas. Durante el transcurso de este año no se ha sabido nada más de él y ahora me encuentro a un inglés llamado Jack el cual destripa prostitutas aquí, en París. Me parecen demasiadas coincidencias. Esperé aproximadamente una hora a Émil, pero este no volvió. Di por terminada la noche.

Al día siguiente, al anochecer, me dirigí al Le Renard Argenté. No sabía el paradero de ninguno de los tres licántropos que he ido conociendo, así que elegí volver al establecimiento estrella para Walter. Y así era, el anciano estaba sentado en la barra charlando con varias personas que se encontraban sentadas bebiendo. —¡Hola lobo plateado! —Exclamó el viejo al verme. No me pareció muy apropiado revelar mi condición delante de todos los presentes, así que con educación se lo eché en cara. Su expresión cambió ligeramente de felicidad a seriedad. Me dijo que no me preocupara, que este local está lleno de licántropos y personas “inofensivas” que nunca nos delatarían. Según él, esto era una zona segura. Resulta ser que el dueño de la taberna, era un simple humano, pero que nos entendía. Era alguien con la mentalidad de Émil, para él, la convivencia era factible. Incluso había una sala de seguridad para los licántropos. Ese era el lugar al que llevaba esa puerta misteriosa. —Lucien, acompaña a nuestro lobo plateado a la sala de licántropos. —Mandó Walter a un chico de complexión ancha y pelo rizado negro que estaba a su lado. Era bastante joven y vestía algo mal. Interpreté que él también era un hombre lobo, pero como Walter cuando me conoció, me sorprende lo joven que era para ser uno más de ellos.

El chico abrió la puerta con una llave la cual le había brindado el camarero de la barra. Allí pude ver una gran sala, con unas rejas, separando la entrada con la zona para los hombres lobos. Dentro de esta se encontraban varios licántropos transformados, comiéndose a un cerdo muerto en el centro de la sala. —Aquí les damos cobijo a esas personas que empiezan a tener síntomas de transformación de forma repentina. Al fin y al cabo, la mutación de humano a lobo tarda alrededor de dos horas, pero a veces es casi instantánea y no les da tiempo a irse a un lugar abierto. Gracias a donaciones de ganado, como cerdos y otros animales, podemos alimentarnos en un entorno bastante seguro y pasar la noche. —Explicó el chico. Me quedé fascinado por la organización que llegaban a tener. Se las apañaron bien para evitar grandes problemas. Tras ese descubrimiento, salimos de la habitación para encontrar a Walter de pie, junto a varios hombres y mujeres. —¿Nos vamos? —Dijo Walter. Yo extrañado, le pregunté que a dónde iban a ir. Y él me respondió que íbamos al bosque, a acompañar a los licántropos de esta noche. Al decirme eso, me fijé en el aspecto de algunas de las personas que iban a ir, tenían más pelo de lo normal y algunas manos bastante anchas, las cuales intentaban ocultar. Les empezaron a salir pequeños síntomas.

Una vez en el bosque, Walter empezó a dar instrucciones. Les comentó a todos que se quitaran la ropa, quedándose en paños menores. Entonces una pareja llamó la atención de Walter, ofreciéndoles su hijo, el anciano lo cogió sonriendo y saludándolo por su nombre, Bastian. —Vamos, alejaos de la zona. Yo estaré toda la noche, ya sabéis que me acuerdo de vuestra ropa. —Indicó Walter, mientras la multitud se iba hacia un gran descampado. Entonces el viejo me hizo una seña para seguirle y nos sentamos en unas ramas de un árbol a varios metros del suelo. Allí me explicó por qué hacían esto. Walter se encarga de vigilar a los licántropos algunas noches. Además, es el responsable de cuidar al pequeño Bastian, que tan solo tenía un año de edad. Me explicó que eso se debía a que esa pareja tuvieron un hijo durante una noche de licantropía. Al ser tan pequeño, el bebé no podía mutar aún, pero compartió conmigo una inquietud. Los hijos de hombres lobo suelen desarrollar esas propiedades animales antes de lo normal. Me puso de ejemplo a Lucien, resulta que él fue producto de una violación de un licántropo a una mujer. Ella no tuvo problema en tenerlo, sin saber que con tan solo doce años, Lucien empezaría a transformarse en lobo todas las Lunas gibosas y llenas. Su madre no pudo aguantarlo, veía a su hijo como el monstruo que la agredió sexualmente, así que lo abandonó. Allí fue cuando se encontró con Walter, el cual le llevó al Le Renard Argenté. Desde ese día, vive en esa taberna, y ahora, con sus 19 años, cuida de las personas que entran en la sala de seguridad licantrópica.

De mientras, a lo lejos podía verse a la manada de lobos ir de un lado a otro. Otros jugaban mordiéndose entre ellos y lanzándose encima de otros. Aunque también cazaban. Un ciervo estaba pasando por el campo a solas, fue su peor decisión. Hasta tres lobos le asaltaron, empezando a desgarrarlo brutalmente. Desde aquí, se podía ver la sangre salpicar, la cual se iluminaba cada vez que salía disparada del cuerpo del animal gracias a la luz de la Luna. Los gritos de sufrimiento del ciervo eran indescriptibles. Aun vivo, empezaron a alimentarse de él. Al ser un solo plato y tres comensales, el que no estaba pudiendo comer, empezó a arañar a su compañero. Entre zarpazos y mordiscos, los dos lobos acabaron gravemente heridos. Cansados por su desangrado, se tiraron al suelo. —¿No es demasiado violento? —Pregunté algo horrorizado por la dantesca escena. Walter relajado, solo dijo que así es la naturaleza. Al igual que otros animales, por la noche los hombres se vuelven uno más con la Madre Tierra. Pero a mí no me convencía. ¿Acaso no podemos pensar transformados? Entonces le mencioné a Jack, Walter no entendía a dónde quería llegar poniendo a esa persona de ejemplo. Pero entonces le expliqué que Émil y yo nos lo encontramos por las calles de la ciudad. El hombre no se lo podía creer. Según él, Jack siempre se va a una montaña para convertirse en lobo, o eso era lo que siempre le decía. Aprovechando ese momento de desconfianza hacia él, le revelé lo que vimos el pelirrojo y yo. El anciano estaba boquiabierto. —¿Pero sabes seguro que la mató? —Preguntó desesperado Walter. —Tan seguro como que yo la vi agonizar hasta el final. —Dije mirando fijamente al viejo.

También hice referencia a la repentina desaparición de Émil, a lo que Walter volvió a reaccionar inseguro de lo que estaba escuchando. Me reveló que desde ayer no volvió a verle y eso era extremadamente raro. Sobre Jack, lo único que sabe es que esta misma noche iba a entregar ganado a la taberna. —Walter, tengo que ir al Le Renard Argenté. Necesito saber el paradero de ese hombre. —Le dije determinado al hombre. Él entendió la situación, pero me dijo que lo máximo que podía saber de Jack sería por el dueño del bar. Justo en ese instante, a lo lejos, veo como alguien yacía desnudo en el suelo. Alerté a Walter de ello y fuimos corriendo a recogerlo. Por suerte, no había lobos alrededor. Al llegar, se trataba de Lucien. Su transformación tan solo dura una hora, supuse que era por su corta edad. Al llevarlo bajo el árbol, Walter buscó la ropa del joven y le puso sus pantalones, aunque empezaba a tener problemas en encontrar su camisa. Mientras buscaba el resto de la vestimenta del chico, le pedí si podía ir con Lucien, para así de paso dejarlo en el bar. Lucien, el cual empezaba a volverle a consciencia, aceptó, a lo cual Walter asintió. Al ver al anciano apurado encontrando su camisa, le ofrecí al joven mi chaqueta. Él intentó levantarse, y aunque torpemente, lo pudo lograr. Entonces embarcamos nuestro viaje hacia el Le Renard Argenté.

Al llegar allí, encontramos el establecimiento bastante vacío. Incluso los músicos ya dejaron de tocar para beber en la barra. El camarero y dueño del local, al ver que llevaba conmigo a Lucien, se ocupó de él, dándole asiento y buscando una camisa. En ese pequeño interludio de cuidados para el chico de pelo rizado, hablé con los músicos. Al parecer uno de ellos es un licántropo, el resto lo supieron después de formar la banda. El poco éxito que tenían por su música, tan distinta al resto, les hizo acabar aquí por petición del lobo infiltrado. Varios de los miembros vienen de América y lo que estaban tocando era un nuevo estilo de música que intentaba predominar al piano con ritmos sincopados. Ellos lo llaman ‘ragtime’. Entonces el dueño del bar me llamó la atención, preguntando cómo había ido la noche. Le conté que todo estaba bien, pero mi aparición no era simplemente llevar al joven a su hogar, sino para preguntarle sobre Jack.

El hombre me explicó que vino aquí, incluso antes que Walter, para dejar un cerdo e irse. Lo único que se sabe de él es lo mismo de siempre: se va a las montañas para transformarse. A estas alturas ya tenía claro que ese hombre había mentido a todo el mundo en esa ciudad. Jack el destripador estaba suelto por París. Al igual que con Walter, le pregunté por Émil. Tuve la misma respuesta. Entonces se me ocurrió preguntarle sobre el cerdo que entregó esa misma noche el nativo. Resulta que uno de los lobos que vi esa noche comer era el músico que se encontraba con nosotros. Él puntualizó que para ser un cerdo, era demasiado pálido. Mis sospechas solo aumentaron. Le pedí a Lucien si podía abrirme la sala de seguridad licantrópica, a lo que él aceptó. Agarró la llave y me abrió la sala. Entre las rejas se podía ver el cuerpo casi irreconocible de ese “cerdo”. Pero cuando me fijé más en él, pude ver un pelo pelirrojo. —Es Émil. Ese tono de piel, además tiene un pelo pelirrojo. —Afirmé convencido. Lucien me creyó, pero se quedó anonadado por mi agudeza visual. Le dije que siempre tuve muy buena vista. Para evitar problemas, le pedí a Lucien que no dijera nada. Esto solo iba a ser un secreto entre él y yo. Después de eso, quise retirarme y volver a mi hotel.

Durante la noche siguiente, me quedé en el hotel. No fue hasta la noche de Luna llena que quise salir. Sabía que esa noche iba a ser especial. Todos estaríamos reunidos, en el bosque. Fui a la taberna otra vez, para encontrarme con la entrada llena de personas. El viejo encaraba a toda esa multitud. Walter se dio cuenta de mi presencia y se alegró mucho por mí. También estaba preocupado por mi desaparición repentina la noche anterior. Me disculpé con él, ya que tenía razones para preocuparse mucho. Hace tan solo una noche Émil había desaparecido. Le pregunté si todas estas personas iban a ir al bosque para convertirse en lobo, a lo que me respondió con un sí. Éramos alrededor de treinta personas. Una gran cantidad de licántropos teniendo en cuenta que tan solo hay doscientos en París. El camino hacia el campo fue agradable, pude conversar con varias personas que participaban esa noche. También me encontré con caras conocidas como el músico y Lucien.

Tras una agradable caminata por las calles de París, contemplando de nuevo esos paisajes arquitectónicos ricos, que dentro de poco no volvería a ver. Faltaba poco para culminar con este viaje. Independientemente de eso, llegamos todos al retiro para convertirnos todos y cada uno de nosotros en lobos. Esta vez era diferente, no nos íbamos a sacar toda la ropa. La gente del lugar llevaba ropa vieja, sin chaquetas ni nada. Aunque pasaban algo de frío, sabían que en menos de una hora ya no lo iban a tener. Walter me miró y me dijo con una pequeña risita que me quitara la ropa cara. Es verdad que yo no había pensado en ello y llevaba mi larga chaqueta negra como capa, igual que la primera vez que le conocí. La Luna estaba saliendo e iluminaba el entorno. Era una noche con una gran cantidad de niebla.

Todos los presentes empezaron a presentar mutaciones en su cuerpo. Ligeras, pero indicaban una transformación inminente. Walter anduvo lentamente para mirar a la Luna cara a cara, extendió sus brazos, cerró los ojos y dio un gran suspiro. Pero yo no podía más, me sentía débil. —Los siento Walter, pero necesito recuperar fuerzas. —Tras mis palabras, empecé a acercarme al viejo que aún miraba la Luna. Ya encima de él, saqué mis colmillos retráctiles y le mordí el cuello. Aunque fueron pocos segundos, puede succionar algo de sangre. Después di unos pasos atrás, nadie entendía lo que pasaba. Walter herido, me miró mientras tocaba su cuello sangrante. De entre las sombras, salió George. —Ha sido duro, ¿verdad? —Me dijo sonriendo. Me giré hacia él y me quejé del poco alimento que pude consumir. Lo único que comí los últimos días fue una prostituta moribunda. George de una bolsa sacó una cabeza, era la de Jack. La tiró y me felicitó por mi estupendo trabajo. No tan solo pude convocar hasta treinta hombres lobo en una zona, sino que además encontré al asesino más despiadado de la historia. Gracias a ello hemos salvado a muchas más personas inocentes. George, siendo el capitán de mi escuadrón, iba a hablar bien de mí al gobierno británico.

Walter estaba alterado, desangrándose, nombrando lo que realmente éramos: vampiros. Lo siento. Lo siento por haberos mentido hasta a vosotros. No soy albino, George no es mi primo y mucho menos, soy un hombre lobo. —Hola Walter. Disculpas de antemano por este escándalo. La mismísima Corona Británica nos ha mandado a este lugar por las alertas que nos dio Francia. Sabiendo ellos que teníamos equipos especializados de vampiros, era una operación más segura que llevar a simples soldados. —Explicó George mirando al decepcionado anciano. Con ojos llorosos, empezaba a murmurar incoherencia, por causa del miedo. —En algunos momentos sentí pena. En otras, sentí una necesidad de justicia. Pero al fin y al cabo, sois malvados. De eso nos encargamos, nosotros no vemos especies ni razas, miramos por el bien de la sociedad. Como bien decía Émil, se puede convivir entre monstruos y humanos, pero los hombres lobo… Vosotros sois otra calaña. Miradnos a nosotros, sabemos vivir con otros humanos. No usamos de excusa nuestra naturaleza sanguinaria para hacer lo que nos plazca. —Dije desahogándome tras todos esos días de espionaje y hambre que pasé.

De repente, uno de los hombres lobo se convirtió en una bestia, teniendo que actuar. Rápidamente, volví a morder el cuello de Walter, mientras le clavaba mis afiladas uñas en su vientre. George hizo un llamado a la acción para que todos los demás vampiros atacaran. Toda la niebla empezaba a actuar con vida propia, hasta convertirse en vampiros, los cuales habían usado su forma de neblina para estar en el lugar sin ser detectados. Algunos mutados por completo y otros sin transformarse totalmente, empezaron a defenderse de nosotros. Esa noche fue una matanza y un banquete. El mal sí debe ser erradicado. Los licántropos son una plaga para una hermosa ciudad como es París.

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